Desde el inicio de la humanidad ha existido la necesidad de trasladar tanto mercancías como personas, por lo que fue necesario crear nuevos sistemas que permitieran dicha movilización. Por tanto, los medios de transporte, que son una parte fundamental para la sociedad, han sufrido cambios importantes, como la evolución del combustible a la carga eléctrica que se ha observado en los últimos años.
Estas alteraciones responden a diversas cuestiones sociales y económicas, como la contaminación y el precio del petróleo, y es así que se buscan nuevas alternativas que solucionen dichas problemáticas.
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La evolución del combustible en el transporte terrestre
A partir de la invención de la rueda, se comenzó una revolución en los medios de transporte terrestre que le permitió a la humanidad poder desplazarse a grandes distancias y trasladar mercancías para así poder comercializarlas. Con el paso del tiempo, fue necesario crear nuevos métodos de transporte que permitieran una mayor eficiencia y rapidez, por lo que los vehículos con motor fueron introducidos al mercado en 1806.
Dichos motores requerían de carbón como sistema de propulsión, ya que este mineral tiene una gran densidad de energía, además de ser muy económico; sin embargo, pronto esta opción se volvió inviable debido a que es altamente explosivo y contaminante. Es entonces que en 1886 Karl Benz creó un nuevo vehículo que utiliza la gasolina para realizar la combustión interna, lo que trajo una gran cantidad de debates en la época debido a que se creía que este líquido no tenía un uso productivo.
Si bien estos vehículos fueron rechazados en un principio porque se tenía predilección por los autos eléctricos, poco a poco fueron ganando popularidad entre la población y la demanda de gasolina aumentó. Además, a finales del siglo XIX se descubrieron grandes cantidades de petróleo en todo el mundo, lo que terminó por marcar a la gasolina y el diésel como los combustibles predilectos.
Años más tarde, fue necesario equipar a los vehículos con sistemas de enfriamiento mediante bombeo tanto de aceites lubricantes como de agua, pues no era posible controlar la temperatura con las cargas y administración de combustible.
El impacto del uso de la gasolina y el diésel
Ambos líquidos se volvieron una parte fundamental para el transporte terrestre en las siguientes décadas, además de ser piezas clave dentro de la evolución del combustible. Desde su concepción, la gasolina ha sido el mayor dominante dentro de los carburantes gracias a su fórmula química (mezcla de componentes orgánicos como heptano y octano y aditivos) que ayudan al motor a encender en frío.
Durante más de 50 años se le añadió plomo para evitar que la gasolina se encendiera por sí misma, lo que provocó severos daños al medio ambiente. Hoy en día, se tiene el conocimiento de que un mayor octanaje cumple con las mismas características de la gasolina a un menor riesgo; sin embargo, debido a que se obtiene en un proceso más largo de refinación, resulta más caro obtenerlo.
Por su parte, el diésel comenzó a utilizarse en 1885 cuando el motor con el mismo nombre fue creado por Rudolph Diesel al investigar acerca del uso del aceite de la parafina como combustible, mismo que tiene una función muy similar a la del diésel. Este líquido cuenta con un alto nivel de evaporación en el carburador y su volatilidad no es tan inestable, lo que lo convierte en un combustible más seguro.
Mientras más se popularizaban estos hidrocarburos líquidos, más rápidamente surgieron las desventajas que estos involucran, puesto que sus emisiones, como el dióxido de carbono, son altamente perjudiciales para el medio ambiente. Si bien esto no supuso un mayor problema en años anteriores, hoy en día, debido a la creciente preocupación por la contaminación, se han buscado alternativas menos nocivas, por lo que vuelve a ocurrir una evolución del combustible.
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El resurgimiento de los vehículos eléctricos
El origen de los vehículos eléctricos se remonta a dos siglos atrás cuando el escocés Robert Anderson desarrolló el primer vehículo eléctrico de la historia. En aquella época, este tipo de vehículos gozaban de ciertas ventajas, como que eran menos pesados y muy silenciosos; no obstante, perdió popularidad frente a los combustibles debido a que carecían de baterías recargables y autónomas.
Después de que durante siglos los vehículos eléctricos dejaran de ser una opción, en la década de los 70’s se volvió a hablar de ellos por la creciente crisis del petróleo y la evolución del combustible, además del comienzo de una conciencia occidental más medioambiental. Ha sido ya en el siglo XXI cuando se han agravado los problemas económicos y ecológicos derivados del consumo de combustibles fósiles que impulsó el desarrollo y la inversión en la automoción eléctrica.
En la actualidad, se habla del transporte eléctrico como “el futuro de la movilidad” gracias a que funcionan a base de una energía renovable y, por tanto, sostenible, además de que ofrece un manejo más cómodo y eficiente. Sin embargo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México el año pasado sólo se comercializaron 47,079 de este tipo de vehículos, los cuales representaron solamente 4% de las ventas totales de automóviles en el país.
La principal razón de esto es que cuentan con un precio elevado que no permite que sean adquiridos con tanta facilidad por la población. En los próximos años, debido a una mayor distribución de éstos, se espera que los precios se vuelvan más accesibles y se conviertan en el medio de transporte predilecto.
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